domingo, 24 de enero de 2010

FERNANDO POMAREDA


Nací en Barrios Altos en 1980. Me crié en San Juan de Lurigancho y ahora vivo en Cusco.


A donde los gallinazos no llegan
Monsieur Balthus llega temprano a la casa de Monsieur Basquiat. Toca el timbre una vez. Toca el timbre una vez más y vuelve a intentarlo. Parece que nadie quiere abrirle la puerta después de haber sido acusado de pornografía infantil. El mundo del arte se está haciendo un negocio peligroso desde los hechos en la casa amarilla. Y a él, solo le han quedado las calles de Lurigancho. Piensa en Jean Michel transformándose en un ángel mientras su gato le chilla. Insiste con el timbre una vez. Insiste una vez más y vuelve a intentarlo. Cansado y con frío, decide caminar hasta alguna esquina y volver cuando su nuevo ángel ya esté listo.


Si hubiera un metro en Lurigancho
Al hombre bala le gusta sentarse en las estaciones del metro para sentirse en casa. Pero en Lurigancho no hay metro. Y ya nadie se incendia así mismo, desde que los manuales de poesía contemporánea nos han enseñado a olvidar el amor. A su lado una secretaria se sienta a mirarlo. En su perfil cree descubrir al joven de ojos azules que siempre mencionan los manuales: su amor que ahueca las manos y las joyas. Las putas negras y salir de casa en verano. Pero lo que siempre olvidan los manuales en cualquiera de sus ediciones es lo que la señorita secretaria alcanza a tipear: al niño salvaje, cuando llega la tarde se le queman los pies.


20 años
Pía era gris. Nunca uso ropa de moda. Jamás un cosmético. Nada. Tan solo un trapo con el que Pía limpiaba sus zapatos antes de dejar la casa. En realidad pía era un ángel oculto tras unos lentes oscuros. Una carne gris y una nube de tabaco. Un ángel que andaba mezclándose entre la gente con la clara intención de no importarle a nadie: cada pie con cuidado y en secreto. Y cuando ya todos subían al cielo Pía retornaba a casa. Guardaba su nube en el armario. Sus lentes juntos a la lámpara y su cuerpo al borde de la cama. Luego cogía el mismo libro de siempre y lo leía hasta caer en la cuenta de que nada era lo mismo. Porque Pía era así de gris. Como un ángel camuflado que se ríe de nosotros.


Private
What about me, señorita de Varsovia –repetía el balsero cada vez que pasaba por la tienda. What about me, señorita de Varsovia– repetía el muchacho cuando paseaba con su madre por los escaparates. What about me, señorita de Varsovia – tendré que repetir una y otra vez hasta que tus ojos por fin se harten de tanta gente y tu piel se harte de tantas manos y tu pelo tan oscuro se harte de ser tan extranjero. Entonces señorita de Varsovia, cuando nadie más te quede enfrente y tu lugar empiece a ser otro te volveré a decir como si fuera el balsero o el niño o la madre: what about you, what about you.

2 comentarios:

  1. A ver estaremos presentes para conocer tu trabajo, no tengo idea el level, espero que sea un exito

    ResponderEliminar
  2. Me gusta...

    De qué me estuve perdiendo últimamente??? si no era ésta la dulzura de tus dedos...

    ResponderEliminar